Cuando ve imágenes suyas grabadas por los vecinos se indigna: “Me tiran cosas, me provocan y yo tengo una enfermedad. Si me provocan, salto, como cualquier persona”.
Lleva un tiempo viviendo en la calle y recibe alguna ayuda de transporte y alimentación pero “al no tener casa es un problema los productos perecederos”, confiesa. Y se lamenta: “Hace que no me como un cocido como Dios manda, ni me acuerdo”.
También entiende que sus vecinos denuncien esta situación: “Veo normal que estén cansados del conflicto pero si ven a una persona que necesita ayuda y no la socorren, mucha indignación no tendrán”.
Yolanda es plenamente consciente de su enfermedad, un trastorno bipolar. Lleva escrito en su cuerpo la dura vida de la calle. Nos enseña múltiples lesiones en sus brazos y sus piernas: “Si la vida en la calle es dura para un hombre, para una mujer mucho más, te toman como una yonki o como un objeto sexual”.
Y está dispuesta a cambiar su actitud: “Quiero tomar medidas pero no tengo medios ni ayudas sociales. No puedo salir del pozo en el que estoy si no me echan una mano”. Incluso a ingresar en un centro: “Si veo una recaída fuerte estoy dispuesta a ingresar pero he ido millones de veces al hospital con una crisis, he sugerido un ingreso en psiquiatría y me dicen que estoy demasiado cuerda como para ingresar”.
En septiembre empezará a trabajar para el Ayuntamiento de Alcalá, “pero necesito un descanso, una ducha diaria, una buena alimentación… Si no, no voy a rendir”, afirma Yolanda.