Llamamos a la puerta de la Embajada de Polonia en Madrid y nos recibe muy amablemente Marzenna Adamczyk, una anfitriona con mucho sentido del humor, dispuesta a enseñarnos todos los secretos (confesables) de la sede de la diplomacia polaca en España. España y Polonia retomaron relaciones diplomáticas en 1978, al finalizar el franquismo.
Con ella recorremos las estancias de la casa diplomática de Polonia que perteneció a la familia de Leónidas Trujillo. Se dice que la residencia fue diseñada por la primera esposa de Trujillo, una enamorada de la película "Lo que el viento se llevó" que deseaba una casa a imagen y semejanza de 'Tara'. Otra curiosidad. Durante muchos años la Embajada contó con una vecina ilustre, María de las Mercedes de Borbón y Orleans, abuela del rey Felipe VI.
“Mi nombre es más o menos impronunciable”, dice divertida la embajadora que hace gala de su excelente sentido del humor: “A los seriotes no los quiero aquí”, nos cuenta, “de hecho nos llaman los latinos del norte”. Los polacos son grandes amantes del arte y la cultura, especialmente del teatro que se convirtió en un refugio ideológico para los disidentes en la época soviética.
En la Comunidad de Madrid viven 100.000 polacos y también unos cuantos madrileños enamorados del país centroeuropeo. Es el caso de Alberto Trujillo que guarda en su casa un auténtico museo de recuerdos militares polacos y pertenece a una asociación que recrea momentos históricos del país. Su amor por Polonia ha sido reconocido por el Ministerio de Asuntos Exteriores polaco.
El escritor Józef Wittlin pasó por España huyendo del nazismo y ocultando su condición de judío. Su hija, Elzbieta Wittlin-Lipton, fue testigo del asedio y la ocupación de Polonia durante la II Guerra Mundial cuando tenía tan solo siete años. Ella y su familia fueron los primeros polacos en establecerse en Madrid.
Casi el 90% son católicos. En Madrid conservamos el recuerdo del más famoso de ellos, Karol Wojtyla, proclamado papa como Juan Pablo II en 1978. En la Catedral de la Almudena se guardan sus reliquias.
Y a la hora de comer, en una buena mesa polaca nunca debe faltar la sopa agria y el pato asado con manzanas, uno de los platos típicos de su gastronomía.