Los campamentos urbanos ofrecen multitud de opciones para cubrir las horas en las que los pequeños no pueden ser atendidos por sus padres u otros familiares.
Así, algunos pueden aprender a volar con telas, utilizar aros y ser trapecista por un día dentro de las actividades que ofrece por ejemplo el Circo Price.
En el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología consiguen que la curiosidad innata de los más pequeños y los jóvenes les acerque al conocimiento de los fenómenos de la Naturaleza, a través de la experimentación.
Otros aprenden de las costumbres y vida de los animales. Se convierten en cuidadores y protectores en los campamentos que programan Faunia o el Zoo. Y en el mundo de las plantas ocurre otro tanto con lo que pasa durante estos días de calor, a la sombra, en el Real Jardín Botánico.
Y en muchos otros sitios como colegios o centros culturales, monitores desarrollan actividades como baile o pintura o juegos colaborativos. El ocio sin tecnología, en verano, es posible. Al menos durante algunas horas.