La imagen a vista de dron es impactante. Cientos de vehículos destrozados conforman un cementerio de metal tres meses después de la tragedia.
Rodeados de cultivos, como si de una cosecha más se tratase, se han convertido en el icono del desastre que trajo la dana.
Todavía llenos, desde las ruedas hasta los techos, del lodo.
A este coche rojo convertido en un amasijo de hierro, del que solo queda el esqueleto, le acompañan otros con apariencia de estar recién comprados.
También se cuelan camiones y furgonetas.
En los últimos días, la retirada se ha multiplicado por diez y ya se han alcanzado los 90.000 vehículos.
La tercera fase es el traslado de los restos a los desguaces, tanto dentro como fuera de la Comunidad Valenciana.
Aunque parezca increíble, se siguen vaciando garajes, donde las botas aún no se han colgado.
Atrás quedan, eso sí, las imágenes de las montañas en las puertas de las casas con los coches apilados frente a las ventanas de los vecinos.