Hace tres años desde que estalló la guerra civil en Yemen. Un drama absolutamente olvidado en Occidente que deja hasta el momento casi 7.000 niños muertos o mutilados. Niños obligados, también, a luchar en el frente. La de Yemen es, para Naciones Unidas, la peor crisis humanitaria del planeta. Y según Unicef, también es el peor lugar del mundo para ser niño.
Más de 2.200 niños han muerto y casi 3.500 han sido mutilados desde que estalló el conflicto entre los rebeldes hutís y las fuerzas gubernamentales. Muchos de esos muertos y mutilados provienen del frente. Los hutís alardean de haber reclutado un ejército de 18.000 niños. Unicef los cifra en 3.000.
A Sadek se lo llevaron a la fuerza con trece años. Le prometieron que sólo tendría que llevar suministros a los soldados, pero pronto estaba en primera línea. Sobrevivió a un bombardeo en el que muchos de sus amigos murieron. Estaban despedazados, cuenta ante las cámaras, uno decapitado, otro sin manos. Y luego los metieron en sacos y se los llevaron.
A Khalan, de doce años, lo secuestraron en su escuela junto con otros muchos niños. Obligados a cambiar las aulas y los libros por campos de entrenamiento y armas.
Ahora, ambos tratan de superar el horror de la guerra en centros de rehabilitación como este, donde llegan los pocos que consiguen escapar o son liberados por las fuerzas aliadas.