Además del refuerzo del personal de seguridad, la pregunta es cómo se puede prevenir que ese tipo de ataques dañen las obras de arte. El recurso más habitual suele ser cubrir los lienzos con un cristal, aunque a veces eso hace que contemplarlos sea más incómodo.
Las majas han recuperado su aspecto habitual. La sala se ha pintado y no queda rastro de la agresión sufrida. Pero su huella si está presente en el debate sobre la seguridad de las obras. El Prado es una pinacoteca que apuesta por la contemplación sin interferencias. Apenas hay cristales en sus obras y un ligero cordón a unos centímetros del suelo es el único elemento de contención.
Los museos suelen regirse por un protocolo común de seguridad aunque hay autonomía en cuando a la exhibición de las obras. Cuadros emblemáticos como la Giuoconda o los Girasoles de Van Goigh están protegidos por cristal. Curiosamente eso ejerce también un efecto llamada sobre potenciales agresores.
Los tres elementos habituales de seguridad son el cristal, la distancia y la vigilancia en las salas. También se recurre a vitrinas climáticas para piezas arqueológicas. Sin embargo, la escasez de vigilantes ha expuesto a algunos museos.
España conserva cuadros como el Gernika que han sido objeto de agresiones en el pasado. Esta cadena de ataques no solo puede cambiar las medidas de seguridad, también puede amenazar el hecho de contemplar una obra de arte al natural