En la residencia de los Sarhani, en la ciudad saudí de al Jouf, Rami, el cabeza de familia, nos presenta a uno de sus lobos, Adem, con el que comparten su vida cotidiana. Dos de sus hijos, de cuatro y siete años, juegan con él como si se tratara de un perro doméstico.
"Juegan con él - dice Rami - y no le tienen miedo, a pesar de que un lobo no es un animal fácil de tratar, pero no corremos peligro porque les entendemos bien". La familia convive con lobos desde hace once años, y han desarrollado una fuerte vinculación. "Quiero Adem -dice el pequeño- juego con él todos los días".
Pero la familia es prudente, consciente de que un lobo no es un perro. "Nunca les doy de comer carne cruda, sino cocida. La sangre desencadena su instinto".
Por la misma razón, la convivencia no es posible en época de celo. Durante su época de apareamiento, entre enero y marzo, los lobos se vuelven muy agresivos. Durante ese tiempo se les separa de la familia.
En todo caso, un ejemplo de la capacidad del hombre para convivir en armonía con un animal no domesticado…