La jugadora madrileña del Atlético de Madrid Virginia Torrecilla ha ganado el premio The Guardian Footballer of the Year que otorga el medio británico a un jugador que haya hecho algo notable, ya sea superando la adversidad, ayudando a los demás o dando un ejemplo deportivo, en un 2022 en el que volvió a jugar tras superar un cáncer.
Torrecilla llevaba meses de tratamiento, 30 rondas de radioterapia, 15 ciclos de quimio y una extirpación de un tumor cerebral, cuando un accidente de tráfico dejó a su madre en silla de ruedas. Pero superó todo ello, pudo volver a los terrenos de juego y ahora recibe esta distinción del The Guardian.
"Estaba hundida. Pasaría por un cáncer quince veces más. Haría 30 quimios para que mi madre volviera a andar. Lo prometo, lo prometo. Con todo mi corazón. Tres años en quimio. ¡Cinco! No me importa. Si tan sólo pudiera volver a estar de pie. Me eché la culpa. Ella dice que no puedo pensar así. Es mi madre, siempre me defenderá. Pero, no, no. Lo que mi madre pasó", reconoció la jugadora española.
Cuando ocurrió el accidente, quiso dejarlo todo. "Le dije al club: 'No quiero seguir'. Les dije a mis padres que quería dejarlo, volver a casa. Me dijeron: 'Ni se te ocurra'". E hizo caso y, seis meses después, en enero de 2022 y tras 683 días sin jugar, regresó al césped para disputar la final de la Supercopa de España, que el Atlético perdió ante el Barça.
"Cuando la gente dice que soy una luchadora, un ejemplo, es precioso. Pero el dolor que sentí: no es el cáncer en mi cuerpo, es todo lo que superé psicológicamente, todo lo que pasé con mi madre. Eso es duro, de verdad. Muy, muy, muy duro". Y lo sigue siendo. Su historia es inspiradora, pero insiste en que no está completa", se sinceró.
El diagnóstico de cáncer le llegó en mayo de 2020, en un entrenamiento. "Me dolía el cuello, el dolor se me subía a la cabeza. No podía dormir. En la cinta de correr me sentía mareada y enferma. Pensé: 'Algo va mal'", recordó en una entrevista a The Guardian tras recibir el premio.
Torrecilla perdió 16 kilos y el pelo durante el proceso de lucha contra el cáncer. Según relata, estaba débil, vulnerable. "Mi sobrino acababa de nacer pero yo no tenía fuerzas para levantarlo y no podía cogerlo en brazos por si me daba algo. Tenía el apoyo del Atlético: si no, no estoy aquí", reconoció.
"Todo viene junto. Me da cáncer, vencerlo. El choque. El hermano de mi mamá muere. Ella está destrozada, toda la familia lo está. Una cosa tras otra y no puedes superarlo todo. Es difícil de aceptar. Mi madre estuvo en cuidados intensivos durante dos semanas, lo cual fue horrible. Luego seis meses en el hospital de Toledo, para rehabilitación, preparándola para la vida en la silla. Siempre había sido positiva pero me convertí en una persona muy negativa. Me culpé a mí misma", se explicó.
"Luchando contra el cáncer, no vi a un psicólogo: sabía a lo que me enfrentaba. Pero cuando eso sucedió, no supe qué hacer, si valía la pena seguir aquí. estaba hundido Entré en una depresión. No quería salir de casa. Vine a entrenar porque era mi trabajo. Solo quería ir a casa, estar con mi familia. Estaba tan deprimido. No comí, no dormí. Jugar era una obligación", aseguró.
Y volvió a jugar en esa Supercopa de España. "Me levanté, me fui todavía con mi máscara y mi abrigo. Corrí de regreso al banquillo, lo dejé allí, me quité la máscara. Espinilleras. Era un desastre, estaba muy nerviosa. Hacía dos años que no jugaba y apenas podía recordar qué hacer. Estaba tan desesperada por salir, que la gente me viera", rememoró sobre su 'debut'.