La infanta Elena ha cumplido el rito, como familiar del Rey, de visitar la basílica madrileña de Jesús de Medinaceli para venerar la imagen del Cristo el primer viernes de marzo. Aunque doña Elena salió formalmente de la Familia Real cuando Felipe VI fue proclamado el 19 de junio de 2014, ha vuelto a recaer en ella el papel de representar al entorno del Rey después de que en los dos últimos años lo hiciera la reina Sofía.
La infanta ha llegado en coche oficial a la basílica pasadas las 10.30 horas, donde ha sido recibida por los aplausos de los feligreses y curiosos que aguardan en la entrada de la iglesia, situada en las proximidades del Congreso de los Diputados. El superior provincial de los frailes capuchinos, Benjamín Echeverría, y el superior de la comunidad, José María Fonseca, le han dado la bienvenida.
Tras estrechar la mano de algunas de las personas que se agolpaban junto al pasillo central, doña Elena se ha aproximado a la talla de Jesús de Medinaceli para besar su pie izquierdo, como establece la tradición, y santiguarse. La hermana mayor del Rey ha permanecido cerca de veinte minutos en la basílica, donde ha mantenido un breve encuentro en la sacristía con los padres capuchinos, miembros de la cofradía y algunos voluntarios.
Doña Elena también ha conversado con Pablo y Flavia de Hohenlohe-Langenburg y Medina, hermanos de Marco, el duque de Medinaceli que falleció el pasado mes de agosto. Antes de marcharse, la infanta ha orado unos instantes ante la imagen del Cristo. Ya en la calle, ha vuelto a recibir el cariño de los devotos, que la han aplaudido y lanzado vítores mientras ella estrechaba sus manos con una sonrisa.
Como es habitual, el primer viernes de marzo cientos de personas, algunas de las cuales han aguardado cola desde hace varias semanas, se han acercado a la basílica para venerar la figura de Cristo. El templo abrió a medianoche y permanecerá abierto hasta que se disuelva la cola kilométrica que serpentea por varias calles de alrededor.
La imagen del Jesús Nazareno que custodian los capuchinos se talló en el siglo XVII por encargo de los Duques de Medinaceli y se trasladó a Marruecos para culto de los españoles. Allí fue robada y llevada cerca de Tánger, pero pudo ser rescatada por los padres trinitarios en 1682, en un viernes de Cuaresma.
Una vez que la trajeron a Madrid para depositarla en una pequeña ermita que se levanta en lo que hoy es la basílica, se instauró la costumbre de besar el pie del Cristo el primer viernes de marzo en señal de devoción.