El seductor por excelencia, Giacomo Girolamo Casanova, un caballero veneciano cuyo apellido ha pasado a ser sinónimo de conquistador, llegó a Madrid en 1767 tras ser expulsado de Austria y Francia.
La fama le precedía y nada más llegar, fue hecho prisionero por posesión de armas de fuego, entre otros cargos. Algunos nobles de la época, prevenidos de su llegada, consiguieron que Casanova saliera de la cárcel.
Giacomo se instaló en una fonda de la calle de la Cruz, justo enfrente de la conocida como 'casa del pecado mortal', un lugar de acogida para damas de vida disuluta.
Fue por allí donde probó una delicatessen que le dejó fascinado. Casanova era un refinadísimo gourmet y presumía de dominar la dietética afrodisíaca, pero ningún plato en su vida le había parecido tan exquisito como las criadillas rebozadas que probó en Madrid, y así lo cuenta en sus memorias.