Villamanta y Villamantilla intentan volver a la normalidad tras los estragos de la DANA
El silencio se rompe con el ruido de las excavadoras
Foto: Madrid Directo |Vídeo: Telemadrid
Regresamos una semana después de los estragos causados por la DANA a Villamanta y Villamantilla, donde está siendo complicado volver a la normalidad. El silencio se rompe con el ruido de las excavadoras, que siguen recogiendo pertenencias de toda una vida.
Vidas rotas que empiezan de cero. Es el caso de Paco, vecino de Villamanta que, a sus 83 años, todavía no olvida lo que vivió. "Las fotos y nosotros nos hemos salvado. Eso es lo que hay que mirar, eso es lo más importante. Fue una catástrofe horrible. Nadie se puede imaginar lo que ha ocurrido por las fotos que se ven, ha sido muchísimo más, es horrible".
Hay calles del municipio en las que el suelo ya se está empezando a ver y vecinos que ya pueden cruzar al otro lado gracias a un puente instalado de manera provisional. Una semana después, todavía estremece la imagen.
Tomás tiene 89 años y el lodo todavía le impide salir de casa. Sonia, su hija, le ayuda a diario a poner la vivienda en orden. "Estamos vivos, que no es poco. Ahora lo estoy asimilando, ahora es cuando me estoy dando cuenta. Necesitamos mucha ayuda", nos cuenta Tomás entre lágrimas.
Y al final del pueblo nos encontramos con Pedro que, después del susto, se queda con la solidaridad de sus vecinos. Según dice, ahora tiene una nueva familia. "Lo he pasado muy mal, pero estoy bastante más tranquilo, sobre todo por lo que me he encontrado alrededor, ha sido una piña todo el pueblo".
Asimismo, en Villamantilla también siguen intentando por todos los medios volver poco a poco a la normalidad, como es el caso de Ángel, que calcula pérdidas de hasta 40.000 euros en su restaurante, que cuenta con más de 25 años de historia.
Más de 20 horas al día trabajando desde entonces para intentar abrirlo cuanto antes. "Esto ha sido lo más duro, ni la Filomena ni a veces que me viene agua de arriba". El agua en el interior del restaurante llegaba casi a la altura de las caderas, dejando todo destrozado a su paso.