Cada mes se utilizan en el mundo 129.000 millones de mascarillas. Y algunas, tras su uso, acaban en las calles y bajo el agua, donde sirven incluso de refugio para la fauna marina.
Cada una tarda 450 años en degradarse.
Por eso en Francia hay quien se ha puesto a fabricar mascarillas a partir del cáñamo, con fibras 100% naturales. Sin productos artificiales añadidos, material agrícola local, nos cuenta Frédéric Roure, ingeniero agrónomo empeñado en aportar una alternativa ecológica, ética y económica a través de la empresa Géochanvre.
Las mascarillas son desechables, se degradan en sólo unos meses en la naturaleza, cuestan 95 céntimos y dan trabajo a 200 personas con discapacidad, que les dan forma a mano. Y favorecen la respiración. No se puede pedir más.
Ya han vendido un millón y medio de unidades desde marzo. Directamente del campo a la boca.
Se dice del cáñamo que es el primo no psicotrópico de la marihuana, una modalidad del cannabis cuyas semillas son ricas en antioxidantes, fibra, proteína y grasa cardiosaludable. La fibra de cáñamo tiene una utilidad textil ropa, papel, plástico y ahora también estas curiosas y ecológicas mascarillas biodegradables.