Visitamos el barrio del aeropuerto de Madrid con Sergio Melgosa, auditor energético de eBuilding. A un lado, un edificio rehabilitado, donde Sergio, con su cámara termográfica, observa que "tiene un buen espesor de aislamiento y se ve una fachada muy homogénea, no hay pérdidas energéticas".
Al otro lado el edificio que hay está sin rehabilitar; se trata de viviendas antiguas sin ningún tipo de aislamiento y aquí la cámara tampoco engaña: se ve cómo pierde calor por varios puntos. Se trata de un barrio construido en los años 60. Sólo con mejorar el aislamiento se consigue un ahorro del 50% en la factura energética.
Diferencias para el bolsillo
La arquitecta Mireya Reguart asegura que "añadiendo aislamiento a las fachadas y a la cubierta y con un cambio de ventanas, conseguimos subir dos escalones en la etiqueta energética pasamos de una G a una D o una E". Y pasar de una etiqueta a otra conlleva grandes diferencias para el bolsillo.
El director de Próxima Energía, Jorge Morales, calcula que “entre la peor etiqueta que es la G y la mejor, que es la A, fácilmente en una vivienda media de 90 metros cuadrados en Madrid, puedes tener un ahorro de más de 600 euros al año" No solo cuenta el bolsillo, también el medioambiente.
La etiqueta A
En otra promoción en el barrio madrileño de El Cañaveral ya cuentan con la mayor calificación energética, la etiqueta A. Mucho más sostenible desde que se empieza a construir.
En este sentido Ángel Fernández, gerente de Industrialización de Aedas Homes, señala que “las promociones industrializadas como estas, donde una parte de la obra se traslada a una fábrica, hay unas mermas de materiales y por tanto gestión de residuos, mucho menor de los que habría en una obra tradicional".
Se trata de poner soluciones del siglo XXI para mejorar la eficiencia energética, incluso antes de que se ponga el primer ladrillo.