El detenido por la muerte de Laura Luelmo, Bernardo Montoya, ha confesado hoy que secuestró, intentó violar y mató a la joven profesora zamorana, aunque la autopsia ha confirmado que sí hubo agresión sexual.
Bernardo Montoya, el vecino de El Campillo (Huelva) de 50 años, detenido ayer por su presunta implicación de la muerte de Laura Luelmo, ha confesado hoy el crimen de la joven zamorana la cual, según ha revelado la autopsia, fue agredida sexualmente, extremo que él ha negado que hiciera.
Montoya llegaba a la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva esta madrugada a las 2:20 horas desde el cuartel de Valverde del Camino, donde había permanecido desde su detención. Después de horas de interrogatorio confesó a los investigadores que la joven le preguntó por un supermercado, la engañó y la mandó a un callejón sin salida, donde la agarró, golpeó y dejó inconsciente.
Posteriormente, según su relato, metió a Laura en el maletero del coche y la trasladó hasta el lugar donde fue localizada. Allí la desnudó e intentó violarla, pero no lo consiguió, aunque la autopsia confirma que hubo agresión sexual.
Al parecer, Montoya también ha dicho a los agentes que estaba viva cuando la abandonó en la zona de matorrales del paraje de Las Mimbreras, a unos cuatro kilómetros de El Campillo y donde el lunes fue encontrado el cadáver de la joven.
Tras la confesión, Montoya ha sido trasladado hasta su vivienda en El Campillo, la situada en la calle Córdoba, a escasos metros de la que se alojó la profesora, donde ha tenido lugar una reconstrucción de los hechos en presencia de agentes de Criminalística, la UCO y la titular del Juzgado de Instrucción 1 de Valverde del Camino, que se ha hecho cargo de la investigación. Su presencia en el pueblo ha generado bastante tensión, ya que han sido mucho los vecinos que se han congregado en las inmediaciones de este punto para increparle tanto a su llegada como a la salida al grito de "asesino".
Además, poco antes de que abandonara la vivienda, un grupo de personas se saltaron uno de los cordones policiales para tratar de llegar al recinto, siendo disuadidos por los agentes y, posteriormente, alguno que otro ha llegado a golpear e incluso arrojar piedras contra el coche patrulla en el que se lo han llevado.