Rusia mantiene sus ataques contra instalaciones eléctricas ucranianas, tratando de rendir a la población con la ausencia de suministros básicos, como la luz o el agua corriente. La mitad del sistema eléctrico del país ha sido destruido.
La situación es especialmente dramática cuando se trata de servicios médicos. En un hospital de Kiev, una operación prosiguió gracias a generadores. En Jersón, un grupo de paramédicos auxilia a un afectado por psoriasis hepática guiados por unas pocas linternas. Con temperaturas ya bajo cero, seis millones de ucranianos viven sin electricidad, según ha asegurado el presidente Zelensky. Stoltenberg, secretario general de la OTAN, asegura que Putin usa el invierno como arma de guerra. Los ucranianos hacen lo que pueden. “Tenemos generadores y leña para cocinar, dice Anatoli Lazoviuk, vecino de Kiev. De momento estamos bien”.
La UE teme que el chantaje del frío provoque una nueva oleada de refugiados. Los países más cercanos a la frontera con Ucrania afirman que necesitarán ayuda e instan a la Unión a actuar. Los combates prosiguen en los alrededores de la Jersón, donde al menos 32 civiles han muerto en bombardeos rusos desde que la ciudad fuera liberada hace dos semanas.
Las tropas rusas están ahora posicionadas en la orilla oriental del río Nieper, y desde allí machacan constantemente con misiles la martirizada ciudad.