En apenas once días, el tiempo que separa la remontada europea ante el PSG al clásico del fútbol español, la figura de Carlo Ancelotti experimenta los extremos en los que se instala la exigencia de un banquillo como el del Real Madrid. Del elogio a la crítica. De dar por hecha su continuidad a depender de los títulos conquistados a final del curso. El técnico italiano es el gran señalado del clásico.
La figura de Carletto salió tocada de un partido que sin la trascendencia de puntos por la diferencia existente, podía marcar en caso de una inferioridad tan evidente. Un batacazo para la historia en un 0-4 que pudo ser mayor si no es por Thibaut Courtois, tiene trascendencia en las altas esferas del Real Madrid, donde cada derrota es un terremoto.
Pero el entrenador es el mismo que apostó por dar prioridad a la Liga para conseguir una distancia de puntos que permitan días malos y el que ha clasificado al equipo a los cuartos de final de Champions, superando a uno de los favoritos en octavos, tras conquistar la Supercopa de España con imagen de poderío.
El que conocía a la perfección la casa, las claves del vestuario, para evitar el desconcierto sufrido en el primer adiós de Zinedine Zidane.
En contra de Ancelotti jugó un caos táctico que provocó la peor imagen de la temporada de su equipo. Era difícil superar la de París, cuando en la ida de los octavos de final de la Liga de Campeones, el Real Madrid no disparó a portería rival y, con bloque bajo, se encerró en su terreno, sufrió lo indecible y acabó derrotado en el último instante por una genialidad de Kylian Mbappé. Pero lo hizo.
A los jugadores se les puede achacar falta de actitud. Hasta lo llegó a confesar Nacho Fernández. La ventaja en Liga, no sentir la presión de ningún equipo con regularidad que se acerque, provocó que nadie diese todo lo que tenía en la disputa de los balones divididos, en seguir marcajes hasta vaciarse físicamente, por mucho Barcelona que tuviese enfrente y fuese un partido que todos quieren ganar. Todo provocado por un desorden colectivo que nació en la pizarra de Ancelotti.
Al mando de una plantilla desequilibrada que ha exprimido al máximo contando con un grupo pequeño de jugadores, Carletto sufrió las consecuencias de sus propias decisiones en cuanto faltan piezas claves de su columna vertebral. Sin Ferland Mendy, pagó no disponer de un lateral izquierdo de nivel para la cita, sin fe ya en Marcelo, con Nacho sufriendo en exceso ante Dembélé en el cambio de su posición.
Es lógico que no disponga de un punta al nivel de Karim Benzema. No tanto que Luka Jovic y Mariano Díaz jueguen minutos sueltos al mes, 152 el serbio y 76 el hispano dominicano de 1.500 en los partidos en dos meses y medio previos al clásico. Provoca que cuando se les necesita, no tengan las condiciones adecuadas, apostar por ellos sea un riesgo y se opta por otras opciones que dejan intuir improvisación.
Así fue la posición de Luka Modric ante el Barcelona. Estrenando demarcación a sus 36 años. Alejado del foco donde debía ejercer una influencia en el juego, perdiéndose por la zona que corresponde a un delantero centro puro, desgastándose con esfuerzos sin sentido en una presión estéril. Ancelotti, que preveía lo que podía pasar y se protegió aumentando un centrocampista con la entrada de Fede Valverde, se equivocó en el posicionamiento de las piezas en su tablero.
El intento de arreglar lo mal planteado fue aún peor. Ancelotti volvió locos a sus jugadores con reajustes. Los primeros tras encajar dos goles en la primera parte, mandando a Fede a una banda, retrasando a Modric. Posteriormente con los cambios del descanso con la entrada de Mariano y dejando defensa de tres. Apenas dos minutos duró su nuevo dibujo. El tiempo que el Barcelona desperdició un mano a mano y marcó el tercero para acabar con un último movimiento, Casemiro de central.
Demostración de lo más cercano a un ataque de entrenador. Decisiones que no han sido entrenadas y cuya improvisación, a la desesperada, no dejan un resultado positivo. Todo lo contrario, el técnico italiano igualó la peor de sus derrotas al mando del Real Madrid, un 4-0 encajado en el derbi madrileño ante el Atlético de Madrid en el Vicente Calderón.
Es su sexta derrota en el Santiago Bernabéu, donde había sufrido dos por 3-4, ante el Barcelona y Schalke 04. Y desde su regreso de esta campaña, solamente había caído una vez, pero que provocó sonrojo al ser ante un debutante en la 'Champions' como el Sheriff. Fue uno de los avisos de cuando algo falla, entre los peores partidos del curso junto a la eliminación de Copa del Rey en San Mamés o la cita del Parque de los Príncipes.
Reacción inmediata
De la misma manera que ocurrió en esos momentos marcados en el club blanco, Ancelotti asumió toda la responsabilidad en el mal resultado. "Me he equivocado", confesó sintiendo todo el dolor del madridismo pero, conocedor de lo que generan este tipo de derrotas abultadas, lanzando palabras clave para dos semanas de parón. "Tranquilidad" y "equilibrio".
Entrenar bien, condicionado por la ausencia de once jugadores citados por sus selecciones, para tomar el próximo partido con la importancia que gana la visita a Balaídos del sábado 2 de abril. Con un buen resultado apagará cualquier conato de resurrección de la Liga. Repetir otra mala actuación, aumentará el nerviosismo sobre su figura tras quedar señalado en el clásico. Ancelotti tiene dos meses por delante para volver a ganarse el elogio y su continuidad.