En pleno auge y expansión de la Inteligencia Artificial un nombre destaca por encima de los demás: ChatGPT, el chatbot de IA de OpenAI. Y detrás de ChatGPT hay un nombre de mujer: Mila Murati
Murati es una desarrolladora de Software, Directora de Tecnología (CTO) de OpenAI. En definitiva, la ‘madre’ de ChatGPT.
De origen albanés Murati estudió en la Escuela de Ingeniería Thayer de Dartmouth y reside en San Francisco, Estados Unidos. Su curriculum es impresionante. Ha trabajado en la agencia aeroespacial francesa Zodiac Aerospace, ha sido jefa de producto de Tesla para el Model X, Vicepresidenta de Producto e Ingeniería de Leap Motion (donde diseñó un software para el seguimiento de la mano en realidad virtual). En mayo de 2022 se convirtió en CTO de OpenAI. Y todo, con 35 años.
ChatGPT se lanzó el 30 de noviembre de 2022 y en apenas unos días ya tenía más de un millón de usuarios, que han ido aumentando hasta el punto de que en ocasiones es difícil acceder por la enorme cantidad de personas que lo intentan a la vez.
Esta IA es capaz de generar contenido de la misma manera que lo haría un ser humano pero, a diferencia de este es capaz de analizar en un instante un enorme volumen de textos. Puede mantener conversaciones y responder preguntas de manera coherente, incluso de varios párrafos. También puede redactar un texto y generar una pintura a raíz de las indicaciones de un usuario imitando, incluso, el estilo de cualquier pintor conocido. Los resultados son espectaculares.
El 4 de marzo de 2023 se lanzó ChatGPT-4, un paso más en la rápìda evolución de las IA que, además de las habilidades de su predecesora es capaz de analizar imágenes y dar respuestas basadas en sus análisis. Y puede escribir códigos y ser, incluso, capaz de ayudar a crear sitios web o juegos de ordenador
Por muy espectaculares que sean las habilidades y capacidades de ChatGPT, hay que tener en cuenta que es mucho peor de lo que vamos a tener en un futuro cercano. Murati cree que es una gran oportunidad para la educación y que va a ser necesario regular su uso. Esta regulación compete a los gobiernos y no a las empresas, y en ella, según ha afirmado, deben participar, según ha afirmado, filósofos humanistas, artistas y científicos.