La llegada de los Borbones a España en el siglo XVIII supuso una época de transformaciones: el cambio de dinastía real no fue solo un cambio en el apellido de los gobernantes, sino que cambiaron los gustos, las necesidades y la manera de divertirse. Esta semana en Desmontando Madrid desmontamos el Madrid de los Borbones.
Los Borbones comenzaron a reinar en España a la muerte sin descendencia de Carlos II, que fue el último de los Austria. "Entonces viene a reinar un nieto de una hermana suya, que es Felipe V", nos cuenta José Luis Sancho Gaspar, investigador de Patrimonio Nacional.
¿Y cuál fue el primer en el que se notó ese cambio de dinastía? Pues el Palacio Real. Aprovechando el incendio que había arrasado el antiguo alcázar, Felipe V decidió construir un nuevo palacio que reflejara el esplendor de la monarquía.
Nos vamos a Aranjuez para visitar sus increíbles jardines, declarados Patrimonio de la Humanidad en 2001. Carlos V concibió este lugar como un jardín botánico formado con las especies que venían desde América, pero los Borbones, a su llegada, quisieron darle un estilo similar al de Versalles. "Los jardines eran una manera de mostrar el poder y la riqueza de la monarquía frente a monarquías de otros países", nos explica Isabel García-Velasco, presidenta de la AMPHG.
Arturo Sacristán Turbica, fundador de la Asociación Estudios de las Artes, nos descubre cómo era el actual Paseo de la Florida cuando llegaron los Borbones a España, donde se encontraban algunas de las quintas de recreo más importantes de la ciudad. Aquí se levantaba un enorme palacio de madera rodeado de jardines aterrazados y fuentes. Esta zona pasó a manos de la realeza con Carlos IV, que los adquirió para poder ir andando por sus terrenos desde el Palacio Real hasta El Pardo.
¿Conoces el Casino de la Reina? Esta zona ajardinada de la ciudad fue un regalo de Madrid a la reina María Isabel de Braganza, una de las grandes impulsoras del Museo del Prado. Manu García del Moral, autor de Secretos de Madrid recorre con nosotros este parque que, a lo largo de su historia, ha tenido multitud de usos, desde la primera sede del Museo Arqueológico Nacional al asilo de las "cigarreras", una guardería para que las trabajadoras de la Real Fábrica de Tabacos pudieran dejar a sus hijos.
Y eso no es todo, porque junto a la profesora titular de Historia del Arte de la UCM, Concepción L. Aparicio, visitamos una de las zonas de la ciudad que más experimentó los gustos de la nueva dinastía: el Paseo del Prado. Especialmente Carlos III impulsó un plan de urbanismo para convertir este lugar de campo y arboleda en el Salón del Prado, un enclave para ensalzar las artes y las ciencias.
Esta zona zona era muy frecuentada por los madrileños para pasear y socializar, por lo que se allanó el terreno y los estrechos caminos se cambiaron por una larga avenida de varias calles flanqueada por árboles. Y lo más importante: las fuentes. El paseo se embelleció con monumentales fuentes como la de Cibeles o la de Neptuno que reflejasen el poder de la monarquía.