Fernando era hijo de Felipe V y María Luisa de Saboya. Era bajito y guapetón. Y, lo mismito que su padre, estaba como un cencerro. De un día para otro, su padre abdica en su hermano Luis, que tiene un reinado sietemesino. Siete meses después de sentarse en el trono, se queda totalmente muerto matao. Aunque la corona debería pasar a Fernando, Isabel de Farnesio convence a su marido, Felipe V, de que recupere el trono. Fernando, con once añitos, se convierte en todo un Príncipe de Asturias. ¡Lo más urgente ahora es buscarle novia! La elegida es una joven portuguesa llamada Bárbara de Braganza.
Fernando preguntaba a todo el mundo, ansiosamente: “¿Cómo es mi novia? ¿Cómo es mi novia?”. Nadie le contesta con claridad. Ni siquiera quieren enviar un retrato de la princesa.Cuando por fin llega el retrato a Madrid, la chica del cuadro es apañada. Para entendernos, se les había ido la mano con el Photoshop. Además de disimular la viruela, han arreglado los ojos, la nariz y la boca, “facciones harto defectuosas”.
¿Os imagináis ese momento en el que la princesa llega a Madrid y se planta delante de su ansioso novio Fernando? Se confirman los peores temores: Bárbara es fea como un demonio. Pero, atención, como si la vida fuese una comedia romántica, lo que empieza mal se arregla enseguida. Bárbara es dulce, inteligente y buena chica. Poco a poco, va conquistando el corazoncito de Fernando. Y así pasan los días y los años, felices y comiendo perdices.