Hubo un tiempo en que las fuentes de Cibeles y Neptuno se miraban. Una diosa de la Tierra y el dios del Mar. Una hermosa historia de amor. Algo muy gordo tuvo que pasar a la parejita porque hubo un momento en que dejaron de mirarse. Se cambió la ubicación de las estatuas. Y hasta hoy.
Aunque suene raro, parece ser que el Paseo del Prado fue concebido como un circo romano, una pista de carreras de cuadrigas, como las de Ben-Hur. La idea la tuvo Carlos III, que decía que Madrid era la nueva Roma. Tenía siete colinas y era la capital de un imperio. Por eso imitó sus mejores monumentos. La puerta de Alcalá se inspira en el Arco de Tito. Y en el Paseo del Prado se diseñó con la forma de un circo romano. Por eso las fuentes de Neptuno y de Cibeles se miraban.
Apolo es la hermana desconocida de Cibeles y Neptuno, y se considera una obra maestra del neoclasicismo español. Los circos romanos siempre tenían una estatua de Apolo en el centro. Apolo, hijo de Zeus, era dios de casi todo. De las Artes, de la adivinación, de la música y de la arquería. Dicen que con sus flechas era capaz de curar enfermedades infecciosas... ¡Casi nada! ¡Ale! Ya tenéis excusa para ir a haceros una foto a la fuente.