El Cristo de Medinaceli tiene una historia curiosa. En 1614, unos frailes capuchinos llevaron la imagen a una ciudad marroquí recién conquistada. Cuando los musulmanes la reconquistaron, los cristianos salieron por patas, dejando allí la imagen. ¡Ups! Al sultán de turno se le ocurrió torturar a la imagen para humillar a los cristianos. ¡Qué falta de respeto! Para echar más leña al fuego (uy, qué imagen más oportuna) el sultán amenazó con ir quemando trocitos de madera del Cristo si no le pagaban su precio en oro.
Se valoró reconquistar la ciudad, pero era tan chungo que Carlos II decidió pagar el rescate. Dicen que el Cristo obró el milagro y que, mientras se le pesaba, se hizo ligero como el viento. Se pagaron cuatro duros por el peso del Cristo. ¡Menudo cabreo se pilló el sultán! ¡Y menuda fiesta montamos en España cuando llegó de vuelta!