Don Ramón María del Valle-Inclán, el barboso y genial escritor cuyo carácter era, por decirlo de alguna manera, peliagudo, nos mira con rostro inquietante desde una estatua en el Paseo de Recoletos. Si pasáis por allí un 27 de marzo, os encontraréis al ilustre barbudo con una bufanda colgada al cuello. El ritual es muy sencillo: un grupo de actores y celebridades se reúnen ante la estatua para ponerle una bufanda blanca y hacer entrega del premio "Alfiler de la bufanda". Es un homenaje en honor al autor de Luces de Bohemia que se realiza cada año, desde 1983, en el Día Mundial del Teatro.
Todo estamos de acuerdo en que Valle-Inclán merece estar entre los grandes escritores. Su aportación a la literatura se estudia en todos los colegios porque se sacó de la chistera todo un género, el esperpento. Eso sí, amable, lo que se dice amable, amable no era. Es más, tenía muy malas pulgas. Solía perder los nervios en las tertulias y era habitual verle discutir con otros colegas. ¡Llegó a perder un brazo en el Café de la Montaña por una bronca con el periodista Manuel Bueno!
También fue famosa su disputa con Echegaray. El matemático que ganó un Premio Nobel de Literatura. Ya. Cosas curiosas de la Historia. Muchos intelectuales le cogieron tirria. Pero Valle-Inclán fue el más agresivo. A Echegaray le pusieron una calle para homenajearle por haber ganado el Noble. Y Valle-Inclán tenía un amigo que vivía allí. Cuando le escribía, en el sobre ponía Calle del viejo imbécil. ¡Y le llegaban! ¡Ovación cerrada para el gremio de carteros de la capital! A Valle-Inclán le encantaba ir a patear los estrenos de Echegaray. En una ocasión, empezó a gritar que el autor solo sabía hablar de cornudos, como si reflejara su situación personal. Un joven que asistía al estreno le pidió que se metiera con la obra, pero no con la familia del autor. Valle-Inclán le preguntó quién diantres era para dirigirse a él en esos términos. El joven dijo que era el hijo de Echegaray. Valle-Inclán le miró de arriba abajo y le preguntó: “¿Está usted seguro?”.
Estando enfermo, Echegaray se ofreció generosamente para donarle su sangre. Valle-Inclán respondió gritando: "¡No quiero la sangre de ese tipo, que está llena de gerundios!". ¡Barbudo desagradecido! Lo más sorprendente es que, como Quevedo, Valle-Inclán nos cae bien. Delante de la estatua de Valle-Inclán nos encontramos con el actor César Camino. ¿Quién mejor que un hombre de teatro para hablarnos de sus broncas con Echegaray?