En un avión como este, surcaba los aires Manfred Albrecht von Richthofen, el piloto más famoso del mundo, más conocido como El Barón Rojo. Combatió en el bando alemán durante la Primera Guerra Mundial. Era, literalmente un acróbata del aire. Para que quedara clarito quien mandaba en el aire, pintó su avión de rojo y llamó a su comando de aviación “El Circo Volador”.
Decía que los pilotos necesitaban trofeos. Por cada avión que derribaba, mandaba hacer una copa de plata. Cuando llegó a las 60 copas, el joyero que se las fabricaba le dijo: “Para el carro, amigo, que se nos acaba la plata y voy a tener que hacerlas de contrachapao”. Y se quedó sin completar la colección.
En su última misión una bala le dio en el pecho y murió. Pero su última hazaña fue aterrizar el avión sin un arañazo. Técnicamente no fue derribado.