A los refugiados ucranianos les persigue la amenaza de las mafias. La cantidad de desplazados y la falta de coordinación en muchos casos les convierte en el blanco perfecto para quienes trafican con personas a cambio de falsas promesas.
Iryna logró cruza la frontera con Rumanía. Y nada más llegar tuvo ofrecimientos de mucha gente, para trasladarla a otro país, con piso, comida y atención médica gratuita. Pero “no es verdad”, asegura. Ya le han advertido del peligro de no acudir a la ayuda oficial.
Mujeres, niños, algunos de ellos solos, sin ningún tipo de documentación. Y en los andenes de las estaciones, en las paradas de los autobuses, camuflados entre cientos de voluntarios, los miembros de las mafias, de las organizaciones de trata de personas están al acecho.
La Comunidad de Madrid ha propuesto al Gobierno establecer controles en los países fronterizos con Ucrania para evitar que las mafias hagan negocio con el drama humano.