Desde su inauguración en 1950 la heladería Los Alpes, la más antigua de Madrid, ha mantenido el negocio en manos de la misma familia, que durante este tiempo ha conservado la tradición en la elaboración y presentación de los helados pero con nuevos sabores, algunos tan sorprendentes como el aceite de oliva.
El actual dueño de Los Alpes, Guillermo Castellot, de 44 años, tenía claro desde pequeño su vocación de heladero, una profesión heredada de sus padres, su tía y su abuelo, el fundador del local, del que no tiene ningún recuerdo ya que murió cuando todavía era un bebé.
"Estoy dedicado a hacer y despachar helados desde los 16 años, cuando dejé de estudiar. Prefería ayudar a mis padres, era mi pasión", cuenta a Efe.
Antes, colaboraba de forma puntual todos los veranos para ir aprendiendo un arte que le "viene de familia" y que, en su caso, se remonta a Italia y más concretamente a la región de la Toscana, de donde era originario su abuelo.
"Allí la tradición heladera es total", apunta.
Sin embargo, su abuelo no empezó a hacer helados hasta su llegada a España, país de nacimiento de su mujer y donde llegó a abrir tres heladerías en León, Salamanca y Madrid, que es la única que continúa en funcionamiento en manos de la familia.
El local, ubicado en la calle Arcipreste de Hita número 6, muy cerca del intercambiador de Moncloa, tiene dos plantas: el sótano, donde se conservan los helados llegados del obrador, y la que da a la calle, de unos 95 metros cuadrados, que tiene un pequeño salón con mesas para el público.
La heladería abre todo el año excepto el mes de enero, aunque fuera de la temporada veraniega es "complicado" mantener el negocio, que en todo este tiempo ha sufrido "una pequeña crisis" hace dos décadas porque la tienda "estaba muy obsoleta".
"El mostrador era como la barra de un bar y no se veía el helado", cuenta el dueño.
Ahora, en cambio, el público puede ver en la vitrina un total de 48 sabores distintos, aunque la carta consta de 108, ya que cada año van incorporando nuevas creaciones como la más reciente, una mezcla de queso de burrata con albahaca que inicialmente estaba concebida sólo para restaurantes.
"Finalmente lo hemos sacado y ha gustado un montón, es muy fresquito", dice Guillermo.
En verano, uno de los productos más demandados son los sorbetes de frutas que, a diferencia de los helados, no tienen leche.
El público pide también sabores tradicionales como el chocolate, el limón, la vainilla y el original de mantecado, un tipo de helado que, según el dueño de Los Alpes, "prácticamente ha desaparecido", ya que "muy pocas heladerías de España" hacen el trabajo de separar la clara de la yema de huevo, el ingrediente base.
En la carta, hay espacio para sabores más originales como el de aceite de oliva, que no está a la venta en el mostrador pero sí se puede solicitar para tomar solo o como complemento para determinados platos como el gazpacho o el salmorejo.
El dueño de Los Alpes presume de cuidar mucho el producto, ya que asegura que sólo usan ingredientes "de temporada" y, por ejemplo, el sorbete de fresas está disponible únicamente dos meses al año que coinciden con el "estado óptimo" de la fruta.
MÉTODOS TRADICIONALES DE ELABORACIÓN
La variedad de sabores es una de las pocas novedades que ha ido incorporando esta heladería, que mantiene los métodos tradicionales en la elaboración y presentación de los helados, sorbetes, horchatas y granizados.
A diferencia de otros establecimientos de Madrid que han empezado a ofrecer helados en el interior de galletas, bollos y cucuruchos con forma de pez, en Los Alpes los sirven en tarrinas o barquillos con precios que parten de los 2 euros.
"Lo valedor es nuestro propio helado, nos distinguimos de otras heladerías por el helado que realizamos, con mucho sabor, mucha fruta, mucho fruto seco", sostiene Guillermo.
Una tradición patente también en la decoración del local, que en estos años sólo ha sufrido "pequeños cambios" con la idea de mantener "un aire antiguo".
Los Alpes cuenta con otro establecimiento en Torrelodones del que se encarga la hermana de Guillermo, Eva, mientras que él está al frente del obrador y del establecimiento de Moncloa.
"Los fines de semana procuramos comer todos juntos. Como no suba helado, me matan", bromea Guillermo, que asegura que en su caso el mantenimiento del negocio en manos de la familia está asegurado dado el interés que demuestran sus tres hijas, de 6, 9 y 12 años.