Manuel Díaz, El Cordobés, habla extensamente acerca de la complicada relación con su padre, Manuel Benítez, en el programa ’10 Momentos’. Desde el inicio de la entrevista, Anne Igartiburu le pregunta cómo fue crecer sin esa figura paterna, sin ese reconocimiento ni personal ni legítimo. Sin embargo, a mitad de programa, se recoge uno de los momentos más amargos del torero.
Si no fuera suficiente sentir el rechazo de su padre, el programa recuerda el día en el que, además del rechazo, también llegó el ataque. “El exmatador está requiriendo a los empresarios que se abstengan de usar el sobrenombre con su hijo, no ha decidido emprender acciones legales”, le informaban en una entrevista en directo. “Me pueden quitar lo que quieran, pero la sangre no puede quitármela nadie”, responde entonces seguro de sí mismo.
El torero le confiesa a Anne que los encuentros con su padre han sido casi siempre una casualidad. Una vez fue yendo hacia Madrid en el AVE: “Nos miramos dos segundos, iba con su señora y se paró el tiempo, estaba en el compartimento de al lado”. Entonces solo pensó en que, como haya periodistas en ese tren, se moriría de la vergüenza. Automáticamente, llamó a su mujer para avisar que se bajaba en Ciudad Real: “Era un momento muy tenso. Yo lo que quería era irme de ese tren”.
No fue el único encuentro casual y fugaz, también recuerda que tomando un café, entró una vez su padre. “Me veía a mí en 30 años, por su manera de andar. Se pidió un colacao con leche y se lo bebió hirviendo, salió escopetado”, describe Manuel Díaz, sin entender cómo lo gestionaba tan mal.
“Podíamos habernos saludado, yo a lo mejor tengo idealizado un encuentro”, y añade que le diría: “¿Por qué hemos perdido el tiempo? Si podíamos haberlo pasado bien juntos”. Reconoce que nunca reivindicó nada, “no creo que me diera muchas lecciones como padre”, concluye.