El Cordóbés, como figura pública de éxito en el mundo de la tauromaquia, ha recorrido diversos platós de televisión desde sus inicios, también para defender su identidad como hijo de Manuel Benítez. Sin embargo, en ‘10 Momentos’, Anne Igartiburu ha querido repasar la infancia del protagonista, como su crecimiento en una familia que sobrevivía desde la posguerra hasta la firma de un primer contrato en una servilleta.
Cuando económicamente no sobraba nada, Manuel Díaz era huérfano sin serlo, pero nunca le faltó era el amor de su madre y su abuela. “Yo hambre no pasé”, confiesa agradeciendo los esfuerzos de su familia, quienes fueron testigos de la primera vez que El Cordobés decidía ser torero con tan solo 11 años.
El primer encuentro
“De pequeño mi madre me llevó a verlo a un hotel, me presentó. Y él lo que hizo fue meterme 10.000 pesetas en el bolsillo”, recuerda como memoria lejana, y hace un esfuerzo para narrar la primera vez que le ve en Córdoba, con 9 años.
“Nosotros vivíamos en Villalba en una situación crítica, estábamos desesperados”, comienza contando Manuel, “arrancamos para Córdoba y vivimos en una pensión. Ella salía a buscarlo diariamente. Decide irnos a sentarnos a la puerta de su casa hasta la 1 de la noche”.
“Un día vino un coche y paro en la puerta, me agarré a la ventanilla del coche, miró el hombre y le dijo al chofer, ‘tira, tira’, y me llevó en volandas. Esa fue la primera vez que le vi a 30 cm de mi cara”El rechazo más grande que yo siento hacia esa persona al ver a mi madre llorando y pasándolo mal. Yo no quería a esa persona, pero si le hacía daño a mi madre. Imagínate ese minuto de esa mujer, con ese niño con la cara traspuesta.