La M-30 es una de las arterias principales de nuestra capital. Cada día la utilizan para desplazarse en torno a 1,5 millones de vehículos. El centro de control de la M-30 es el cerebro de la vía. ¿Su función? Supervisar y gestionar las incidencias que puedan producirse.
Lo primero que llama la atención es una pantalla que, gracias a múltiples cámaras distribuidas a lo largo de la vía, permiten al equipo estar informados de absolutamente todo lo que está sucediendo en tiempo real.
Si continuamos descendiendo hacia las entrañas de la M-30 y su red de túneles secretos a través de escaleras metálicas y barandillas por el pozo PV2, se llega a las galerías de emergencia.
Se trata de unos colosales carriles por los que transitan los vehículos de auxilio para dar respuesta a las incidencias que se produzcan o evacuar a los heridos de la forma más rápida y segura posible.