Hemos viajado a buscar madrileños a 6.261 km de Madrid, a Pernambuco, un pequeño estado situado en el noreste de Brasil, lo que le otorga una posición geográfica privilegiada en relación con Europa y lo convierte en una de las principales puertas de entrada del turismo internacional al país.
Salvador del barrio de Estrecho, nos recibe en el interior de Pernambuco, a unos 450 km de Recife, donde este madrileño tiene sus explotaciones de melones, mangos y papayas. Aquí cosecha 330 toneladas de melón que posteriormente exporta a Madrid bajo la marca Essência do Brasil. Salvador nos habla de la comida típica de esta zona, el bode (cabrito). Nuestro madrileño nos lleva a Recife, la capital de Pernambuco. Nos acercamos al Recife Tênis Clubedonde su hijo entrena y al Serrambi Resort, un lujoso complejo hotelero desde el que cogemos una embarcación con la que navegamos por el río Maracaipe, donde hay una importante reserva de caballitos de mar. Llegamos a la isla privada de Santo Aleixo, donde los pescadores de la zona nos ofrecen langosta recién pescada y visitamos Toquinho, una selecta zona donde este madrileño tiene una casa de veraneo.
Nuestro siguiente madrileño, Domingo de Vallecas, nos recibe en el Marco Zero (el km 0 de Pernambuco), desde donde divisamos la escultura de Ricardo Brennand. Domingo fue el pionero que introdujo la fregona en Pernambuco y nos lleva a conocer la fábrica donde empezó su fabricación en este país. En un departamento de operaciones especiales de la policía civil especializada en secuestros trabaja su hijo Juan Carlos, quien nos habla de los problemas de seguridad de este país, que sufre una media de siete mil homicidios al año. Cogemos un catamarán que nos lleva por el río Capibaribe, desde el que divisamos las Torres Gêmeas, dos edificios de residencias de lujo, y el barrio antiguo de la ciudad. Recorremos la calle do Bom Jesus en el centro histórico, donde se encuentra la sinagoga más antigua de América, hasta llegar al Forró, un local de ocio que recibe su nombre de un baile típico del norte de Brasil.
Conchi de Argüelles nos recibe en la avenida boa viagem, el paseo marítimo de Recife, en cuyos siete km muchos ciudadanos practican deporte. En la playa observamos los carteles que nos advierten del peligro de ataques de tiburones toro y tigre y recorriendo la ciudad nos advierten también de las medidas de precaución que se deben tomar para prevenir el dengue. A unos 60 km de Recife visitamos una de las playas más visitadas de Pernambuco, Porto de Galinhas, que recibe su nombre del antiguo contrabando de esclavos y que actualmente es una zona de ocio ideal para la práctica del submarinismo y para comprar todo tipo de productos, incluidos los típicos biquinis de la zona, conocidos como “fio dental”. Aquí cogemos una jangada, una embarcación de madera utilizada por los pescadores de la zona, para llegar a las piscinas naturales que se forman al bajar la marea.
Juan de Algete nos recibe en la playa de Maria Farinha, donde tiene la vivienda que comparte con su familia y en la que nos invita a probar las deliciosas frutas que crecen en su jardín: la acerola y la carambola. A 7 km de Recife visitamos Olinda, una de las ciudades coloniales más preservadas del país. Esta ciudad, fundada en 1535 fue la primera capital de Pernambuco y es Patrimonio Cultural de la UNESCO. Recorremos sus empinadas calles, como la ladera de misericordia, y disfrutamos de la belleza de sus coloridas casas y calles, mientras nos explican la leyenda del “hombre de la media noche”, una figura de la cultura maracatu típica del carnaval brasileño. Paseando por esta ciudad nos vamos encontrando con el Monasterio de San Bento, que destaca por su rico retablo; el mercado da riberira, donde antiguamente se producía la venta de esclavos y actualmente es un mercado de artesanía; la Iglesia de Sé; el Ayuntamiento y algunas casas típicas de la zona en las que su exuberante naturaleza ha invadido sus cimientos y paredes. En el mercado nos encontramos con las tapioqueiras, que venden las tradicionales tortas hechas de harina de mandioca y con los llamados repentistas, auténticos maestros de la improvisación musical y nos despedimos de Olinda disfrutando con la capoeira y con su vida nocturna, la más animada de Pernambuco.
En el Puerto de Suape, donde desembarcó Pinzón en 1550 produciéndose así el descubrimiento “extraoficial” de Brasil, nos encontramos con Alicia, de la calle Ayala. Con ella recorremos la playa de Gaibu, en la que las palmeras y los cocoteros llegan prácticamente hasta el agua, y en la que nuestra madrileña tiene una posada casi familiar con diez habitaciones, la Pousada doTouit. Nuestra madrileña nos lleva al conocido bar do Artur, a degustar unas deliciosas ostras frescas en la playa y a conocer la curiosa casa rosa que una jueza del Tribunal de Cuentas tiene en este lugar. Cogemos un avión para llegar al archipiélago de Fernando de Noronha, un santuario marino descubierto por Américo Vespucio situado a 545 Km de Arrecife en pleno Oceáno Atlántico. Este archipiélago, declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO, cuenta con 21 islas de las cuales solamente una está habitada. El 70% de su extensión está ocupada por un extenso parque natural y es un lugar muy visitado por buceadores de todo el mundo que pueden sumergirse hasta con cinco clases de tiburones inofensivos diferentes. En una embarcación recorremos el archipiélago divisando las cuevas de los piratas y la cueva del león y disfrutando de la compañía de los delfines. Por la noche acudimos a la playa a ver cómo las tortugas ponen sus huevos y ayudar a las recién nacidas a alcanzar el mar, un espectáculo natural al que sólo pueden asistir cuatro personas.