El turismo de animales salvajes, ha tenido un auge en los últimos años. De hecho, en Madrid ya hay doce empresas dedicadas a este tipo de turismo, que busca dar a los amantes de la naturaleza una oportunidad para observar en directo a los animales en su hábitat. Linces, águilas imperiales y grullas son los más atractivos para este tipo de público que está dispuesto a pagar grandes cantidades de dinero por una buena experiencia.
De entre todos los animales protegidos y autóctonos de nuestro país, el buitre leonado es el que goza de menos adeptos entre el turismo de este tipo. Sin embargo, podemos encontrar la segunda colonia de buitres leonados más grande del mundo a solo una hora de Madrid, en el Parque Natural de las Hoces del río Riaza, en Segovia. Desde allí se puede ver volar a alguno de los cerca de 400 buitres que cuidan y alimentan para proteger su especie.
Este tipo de ecoturismo ya cuenta con fincas especializadas, en donde cuidan y miman a los animales porque saben que son el 'señuelo' que necesitan para atraer a sus clientes. Es el caso de la Finca el Piruétano, en los Yébenes (Toledo). Es la única con categoría 'cinco espigas' de la provincia de Toledo, y ofrece al turista alojamiento y excursiones por un terreno de unas 300 hectáreas para ver de cerca a alguna de sus 400 reses.
Más atractivo tiene el águila imperial, aún amenazada a pesar de su reciente recuperación. Madrid ha triplicado su población desde el año 2.000 y existe una asociación que prepara sesiones fotográficas para que el turista o fotógrafo pueda llevarse la mejor instantánea de esta preciosa ave.
Aunque el animal más 'perseguido' por los prismáticos y cámaras de los turistas es el lince ibérico, el felino más amenazado. Solo hay dos fincas en España que se dediquen a la explotación turística de ste animal, y Mi cámara y yo se acerca a la de Peñalajo, en Ciudad Real.
Por último, otro de los reclamos para muchos turistas son las grullas, que llegan a España destino al continente africano y pasan en las Tablas de Daimiel una buena temporada. Al atardecer, el cielo rosado se llena de aves y sonidos que recuerdan a la película 'Memorias de África'.