Conocemos a Álex y Alejandro, dos jóvenes aprendices de torero, en la plaza del pueblo. Una plaza que aunque es pequeña tiene un gran valor artístico y está pegada a la fortaleza. Los dos sueñan con dedicarse algún día al mundo del toreo y se están preparando para ello. Uno está aprendiendo a ser torero y el otro a ser recortador. Allí también nos encontramos a Loren, padre de uno de ellos.
Loren es de Santorcaz de toda la vida y nos cuenta que los festejos antes no se celebraban en esta plaza construida piedra a piedra por los vecinos, sino en la plaza del pueblo, donde está el ayuntamiento. Loren nos lleva hasta la ermita que se encuentra en su finca, y que construyó con sus propias manos como agradecimiento a la Virgen del Rocío tras la recuperación de su hijo, que de pequeño sufrió un accidente.
En la ermita tienen montada una auténtica fiesta rociera con guitarras, trajes de sevillanas y mucho arte. Vemos que lo que comenzó con una promesa familiar, ahora se ha convertido en una fiesta para el pueblo. De hecho, esta ermita propició que se creara un coro rociero en Santorcaz.