Pensar resulta agotador y no solo porque darles mil vueltas a las cosas a veces no nos lleve a ningún sitio. Someter nuestro cerero a un trabajo intenso es equiparable a una jornada de gran esfuerzo físico. La razón de que esto sea se encuentra en una molécula tóxica para nuestro organismo que generamos al hacerlo, según ha descubierto un equipo de investigadores científicos.
El glutamato es el responsable de que pensar resulte una actividad agotadora, dado que al hacerlo generamos demasiada cantidad, algo que resulta tóxico. El trabajo cognitivo intenso da como resultado una alteración en la corteza prefrontal de nuestro cerebro, que, entre otras cosas, incluye la dilatación de nuestros ojos.
Se comienza a producir esta molécula encargada de las conexiones neuronales y que en exceso resulta tóxica “porque ese glutamato se ha acumulado y cometemos más fallos, estamos más inatentos” explica el doctor Antonio Sánchez, neurólogo del hospital Gregorio Marañon.
Nuestro cerebro entra en estado de alerta y, al igual que sentimos quemazón ante el fuego, llega la sensación de cansancio. La capacidad cerebral se ralentiza y dificulta la toma de decisiones. Es la señal que nos obliga a parar.