La brecha entre el campo y la mesa del consumidor se agranda. Los agricultores están recibiendo precios irrisorios por recolectar productos como los cítricos. Cuando los compramos en el mercado, su precio se ha disparado hasta un 1.550 por ciento.
En los campos valencianos muchas naranjas no están siendo recogidas por los agricultores y algunos las regalan a cambio de su recolección. Se les está pagando en origen 10 céntimos por un producto que expuesto al consumidor vale al menos 1,65 euros, un 1.550 % más.
Sin campo no hay vida
Una diferencia que se explica por las importaciones masivas procedentes de Argentina, Sudáfrica o Turquía, según señala Pedro Gomariz, responsable de cítricos de COAG, quien asegura que “no cubrimos costes de producción".
Jesús Alonso, frutero, reconoce que “hay más costes”. Ocurre también con el ajo, la cebolla o las patatas, escasean y se están sustituyendo por una variedad francesa más barata. Pero los clientes no están de acuerdo y creen, como subraya una señora que “sin campo no hay vida”.
Una cadena alimentaria tensionada por los costes de las materias primas y la energía que acabamos pagando todos.