Recorrer 750 kilómetros en avión contamina 50 veces más que hacer el mismo trayecto en tren. El impacto ambiental de los vuelos domésticos ha levantado la polémica. Francia y Alemanía ya estudian prohibirlos.
La sociedad toma cada vez más conciencia y Europa ha puesto los costes medioambientales de la aviación en el punto de mira. Ponen ejemplos: Trayectos en avión como el de París-Marsella, de 750 kilómetros suponen una emisión a la atmósfera de 195 kilogramos de CO2 por pasajero, frente a los 4,1 kilogramos del AVE, 50 veces más.
En avión tardamos una hora y media frente a las tres del tren. Una alternativa que más de un pasajero español estaría dispuesto a asumir.
¿Compensa ese ahorro de tiempo viendo la contaminación generada?
En Alemania ya han propuesto limitar los vuelos por persona al año y en Francia se votará en la Asamblea Nacional una propuesta para "limitar el tráfico aéreo".
Un trayecto similar a un Madrid-Barcelona, sustituibles en tren. También en España comienza a crecer una conciencia ecológica en torno a la necesidad de reducir los vuelos comerciales de pasajeros.
Una activista sueca, Greta Thunberg, fue la primera en proponer suprimir esos viajes cortos en avión por sus equivalente en tren.
De hecho hemos cambiado incluso el tipo de concepto: si hasta hace unos años se hablaba de cambio climático, ahora se empieza a acuñar otra expresión más dramática: la de crisis climática.
Un cambio de mentalidad que requerirá su tiempo. Muchos pasajeros no están dispuestos a prescindir de sus vuelos en avión.
Reducir el impacto ecológico y la llamada huella de carbono. Aún queda mucho trabajo por hacer.