La cena de navidad es para muchos un quebradero de cabeza. Otros, en cambio, respiran aliviados. Por primera vez, dicen, van a cenar sin el cuñado, con el menú que les gusta y en pantuflas.
"Se ahorran las discusiones y los conflictos entre las familias" nos dice una de las consultadas.
"Yo me llevo muy bien con la suegra y con los cuñados" confirma otro madrileño.
"Las broncas forman parte de la familia y de la Navidad" nos cuentan.
"En todas las casas pasan y quien lo niegue miente" asegura otra de las encuestadas.
Llevamos años criticando a los cuñados que vacían la despensa y la bodega. Ahora que muchos no van a poder estar, nos ponemos nostálgicos.