Iraide Rodríguez Mata sufrió una torsión de columna a las pocas horas de nacer que provocó su rotura y a partir de ese momento ya no pudo caminar.
Pero fue precisamente por la necesidad de una rehabilitación la que le empujó a empezar a esquiar con tan solo 3 años.
"Yo tenía que hacer mucha rehabilitación por culpa de mi lesión medular y a mí no me gustaba porque yo veía que los otros niños no tenían que hacerla", nos ha contado.
De esta forma sus padres consiguieron que, además de hacer esos ejercicios que tanto necesitaba, hiciera deporte.
"Mi padre es el que siempre está ahí y me apoya totalmente y sin él, no estaría practicando todo el deporte que practico", agradece la esquiadora.
Otro ejemplo en la nieve lo encontramos en Alejandra Requesens, una joven con discapacidad visual a la que ninguna pista se le resiste gracias a su guía Victoria.
La labor de Victoria es imprescindible. Ambas están en constante comunicación mientras esquían y lo hacen como una sola. Una unión imparable.