Ellos son los encargados de que el reloj de la Puerta del Sol no dé una campanada fuera de tiempo. Son tres y se enorgullecen de que desde que ellos han estado al cuidado de la emblemática esfera no se ha parado ni un solo día.
Pero el de Sol no es el único minutero que se somete a su saber hacer. Su día a día es poner a punto todo tipo de relojes de las épocas y con las cualidades más variopintas.
Restauran y venden relojes de un gran valor histórico. Para ello utilizan los avances que tienen a su alcance junto con máquinas tradicionales que se remontan al siglo XIX.