Madrid es una ciudad en permanente evolución que ha atravesado los siglos adaptándose al crecimiento de la población y sus necesidades. Primero alrededor del núcleo histórico inicial y, después, aventurándose poco a poco más allá de los límites de la capital, hasta alcanzar el ritmo vertiginoso de expansión de los siglos XX y XXI. Siempre transformándose, pero siempre fiel a sí misma, cada época dejando su huella en “Madrid, la ciudad que cambia”.
Durante siglos, Madrid fue una ciudad cercada por un recinto perimetral que se amplió sucesivamente a medida que crecía el número de madrileños. La última de estas cercas fue la de Felipe IV, una tapia de unos 13 km lineales que se mantuvo durante más de 200 años, de 1625 a 1868. Cumplía funciones fiscales, sanitarias y de seguridad.
A finales del siglo XIX la ciudad estaba desbordada y se vio la necesidad de acometer una ampliación. Así comenzó la demolición de la cerca, de la que prácticamente solo han sobrevivido algunas de sus puertas, como la de Toledo o la de Alcalá. El Plan Castro fue el primer intento de un crecimiento ordenado de la capital: fijó la altura de los edificios, la anchura de las calles, la configuración de las manzanas e, incluso, las condiciones higiénicas de los edificios.
Al oeste de la ciudad se despliega el que sería el proyecto más moderno de la España de los años veinte y treinta: la creación de una ciudad universitaria para agrupar a las facultades dispersas, hasta ese momento, por la ciudad. Para llevarla a cabo se buscó inspiración en los campus estadounidenses y se planteó un diseño práctico con edificios por especialidades, campos de deportes y bibliotecas. Sin embargo, la Guerra Civil truncó el desarrollo del proyecto y la convirtió en campo de batalla.
Antes de la contienda, Madrid ya se había asomado a la modernidad. Varias líneas de metro recorrían el subsuelo de la ciudad, se había construido el primer rascacielos (el Edificio de Telefónica), la prolongación de la Castellana estaba en marcha y la Gran Vía se había abierto paso para comunicar los barrios de Salamanca y Argüelles.
Los años sesenta fueron la década del desarrollismo y en Madrid se puso en marcha una operación urbanística rompedora para la época, el complejo AZCA, en el ensanche norte de la Castellana. La instalación de entidades financieras en elevadas torres de oficinas conformó la personalidad de este pequeño Manhattan madrileño. En su momento, este conjunto de rascacielos fue un icono de modernidad que se completó en los ochenta.
En la última década del siglo XX la trasformación de Madrid se aceleró. Comenzó la construcción de la M-40 y parte de la M-50, se inauguraron intercambiadores de transportes, se amplió la red de metro, se crearon grandes parques y nuevos barrios en los bordes de la ciudad, como el de Valdebernardo. Además de otros proyectos de desarrollo urbanístico como Montecarmelo, Las Tablas, Sanchinarro, el Ensanche de Vallecas, el Ensanche de Carabanchel, Arroyo del Fresno y Valdebebas.
Madrid cambia continuamente, pero no solo lo hace expandiéndose hacia el exterior, sino también transformándose desde dentro. El mejor ejemplo en este caso es Madrid Río, que enterró la M-30, recuperó el Manzanares y ganó para los madrileños un espacio verde que se prolonga durante 10 km siguiendo el curso del río.
En este recorrido por Madrid Río visitamos algunos de los 33 pasos que conectan ambas orillas del Manzanares: el Puente del Rey, el puente de Segovia (el más antiguo de la capital), el puente de Toledo, el puente monumental de Arganzuela, los puentes gemelos…