Recorrer la Comunidad de Madrid es una experiencia que nos permite asomarnos continuamente a lugares llenos de encanto, a rincones apartados y a historias que todavía consiguen sorprendernos. Solo hay que dejarse guiar por las ganas de conocer y aprender, porque la geografía madrileña ofrece multitud de posibilidades. Emprendemos vuelo para explorar ‘Curiosidades de nuestro territorio’.
En el Parque del Retiro buscamos uno de sus elementos más singulares. No es tan popular como el estanque ni tan espectacular como el Palacio de Cristal, pero tiene importancia para la historia de la ciencia en España. Es el llamado Castillo de El Retiro. Su función fue la de albergar un telégrafo óptico, formando parte de la red de telegrafía que se estaba creando en España en el siglo XIX para dar servicio al estado y a la Corona.
¿Qué tienen en común la Puerta de Alcalá, el Paseo del Prado, los Jardines de Sabatini y la Real Casa de Correos? La respuesta es Carlos III. En el siglo XVIII, el siglo ilustrado, el rey alcalde de Madrid renovó el urbanismo y apostó por la ciencia, la ingeniería y la innovación. Su legado trasciende los límites de la capital y nos lleva al noroeste de la región para encontrar las huellas de un proyecto frustrado: la presa de El Gasco. Ese era el punto de partida del Canal del Guadarrama, una ambiciosa obra de ingeniería hidráulica que pretendía unir Madrid con el Atlántico.
Otro ejemplo del espíritu emprendedor de Carlos III lo encontramos en Aranjuez. Y no nos referimos al palacio, a pesar de que tuvo mucho que ver en su característica forma en U, sino al Cortijo de San Isidro, que nació como un modelo de explotación agrícola y ganadera impulsado por el monarca. Este se convirtió en uno de los dos pueblos de colonización de la Comunidad de Madrid. El otro lo encontramos junto a Paracuellos de Jarama.
Belvis del Jarama es ahora una pedanía de Paracuellos, pero hace ochenta años fue un pueblo de colonización al que llegaron vecinos de distintos puntos de la geografía española. Su estructura urbana, trazada casi a tiralíneas, y sus casas bajas de color blanco son las señas de identidad de esta operación agraria del franquismo que entregaba vivienda y una parcela a los colonos. A cambio, estos reintegraban al estado un porcentaje de los rendimientos que obtenían de los animales y del campo y podían llegar a adquirir la casa y el terreno a lo largo de los años. Siguiendo esta política se establecieron trescientos pueblos en numerosas provincias.
Un pasado mucho más remoto nos lleva hasta Cenicientos y la singularidad de su piedra escrita. Una piedra granítica de cinco metros de alto por cuatro de ancho data del siglo segundo después de cristo. Se trata de un santuario rural consagrado a Diana, la diosa romana de la caza y los bosques, protectora de los bosques y la diosa de la fecundidad. Talladas en la roca aparecen tres figuras: una pareja (los oferentes que solicitaban o agradecían algo), la propia diosa Diana y, bajo ella, dos de los animales que la representan, una vaca y un cabrito.