Ha finalizado el estado de alarma pero no las necesidades de muchas personas que siguen necesitando ayuda. Los comedores sociales, tanto públicos como privados, se han convertido en un soporte fundamental para muchas personas, para muchas familias madrileñas.
La crisis sanitaria ha provocado una crisis económica cuando muchos aún no se habían recuperado del la crisis financiera de 2008.
El el centro Santiago Masarnáu de la congregación de San Vicente de Paúl, lo saben bien. Dan a diario entre 200 y 220 comidas. Y en los peores momentos de la pandemia llegaron a atender a más de 400 personas al día.
Bernardo López, director de este centro, ha afirmado que con la llegada de los ERTE la afluencia se duplicó. A sus puertas llegan personas extranjeras atrapadas por la pandemia en nuestro país, pero también españoles, parados de larga duración o quienes tienen dificultades para incorporarse al mercado laboral.