"Detengamos este naufragio de civilización". Son las palabras del Papa en su visita al centro de inmigrantes de Lesbos, una de las paradas más esperadas de este viajes pastoral a Chipre y Grecia. Francisco regresa cinco años después a la isla griega, donde se ha dirigido a 200 representantes de los refugiados en el nuevo campo de Kara Tepe, construido tras el incendio que arrasó el campo de Moria en septiembre de 2020.
En él viven unas 2.200 personas, casi el 70% afganos y un tercio menores. Bajo una carpa blanca, similar a las montadas para los inmigrantes, ante 200 representantes de los refugiados y la presidenta griega Katerina Sakelaropulu, el Papa ha lanzado un duro alegato tras considerar que las migraciones son un problema del mundo, una crisis humanitaria que nos concierne a todos pero de la que nadie parece ocuparse a pesar de que están en juego vidas humanas.
“Estoy aquí, dice Francisco, para ver sus rostros, para mirarlos a los ojos, llenos de miedo y esperanza, ojos que han visto la violencia y la pobreza, ojos surcados por demasiadas lágrimas”.
"No dejemos que el Mare Nostrum, ha exclamado el Papa se convierta en un desolador Mare Mortum". “No escapemos rápidamente, dice, de las crudas imágenes de los niños muertos, de sus pequeños cuerpos sin vida en las playas”.
Según la organización para las migraciones, en lo que va de año unos 1.600 migrantes han muerto en su intento de llegar a Europa a través del Mediterráneo. Desde 2014, han muerto 23.000.