El capotazo a la muerte de Fran Rivera: “Casi no veo nacer a mi hija”
“Es el precio que pagamos los toreros por nuestro sueño, la sangre”
Foto: DIEZ MOMENTOS |Vídeo: Telemadrid
DIEZ MOMENTOS
En el estreno de ‘10 Momentos’, el programa de entrevistas en profundidad conducido por Anne Igartiburu, rememoramos la vida del torero Fran Rivera, profesión que heredó de una familia con una larga tradición. Sin embargo, este viaje por los diez momentos claves de su vida se han querido centrar más en su lado más humano como padre, hermano y marido. Pero es inevitable dejarse fuera el momento 3 "Capotazo a la muerte", dedicado al trágico accidente que tuvo con una embestida que le puso entre la vida y la muerte
Fue uno de los momentos más oscuros de Francisco Rivera. El toro se llamaba Traidor, e hizo honor a su nombre prendiéndole por el bajo abdomen, justo encima de la ingle. Tuvo que ser intervenido de urgencia en la misma plaza. "Sientes un golpe y no te enteras, entonces vi que tenía sangre en la ropa y que se me salían las tripas". Cuenta ya como una anécdota que lo primero que pensó al verlas fue "a ver quien limpia esto luego". Cuando le llevaron sus compañeros y le atendió el doctor Enrique Crespo, ya no recuerda nada.
“Cuando recuperé la conciencia pensé: casi no veo nacer a mi hija”, quien nacía una semana después: "A mí me dieron el 10 de agoto y mi hija nació el 19”, recuerda Fran, quien afirma que quien lo pasó peor fue su mujer, Lourdes. Ella ese mismo día tenía la prueba de anestesia, así que el momento era crítico, porque mientras él estaba en la UCI, su mujer estaba a punto de dar a luz. "Tuve mucha suerte”, confiesa, pero reconoce que no fue motivo para que se le pasase la idea de dejar de torear.
“Era incapaz de no volver a torear, no podía irme. Los hijos te restan ganas, pero a la vez son la mayor motivación para ir a la plaza”. Los médicos contaban a Lourdes diferentes versiones de lo ocurrido, incluso que solo había sido "un golpe en la rodilla". Luego le contaron todos los detalles, de que su vida dependía de un coágulo que se formó cerca de la aorta, donde pasan 12 litros por segundo.
La anécdota final fue cuando los tres, Fran, Lourdes y su hija, ocuparon toda el ala norte del hospital. Los médicos decían a cada visitante: "Si viene a ver al padre, habitación 201; si viene a ver a la madre, habitación 202, si viene a ver a la niña, habitación 203”.
Fran rememora con fuerza la última vez que toreo, porque al volver a casa, Lourdes le recibió con un ultimátum. Después de su fatídico accidente ella no podía soportar verle en la plaza.