Hay imágenes que se graban en la mente colectiva y no se olvidan por mucho tiempo que pase. Como la del hombre de la plaza de Tiananmen, todo un símbolo de resistencia y de lucha por la libertad. Solo frente a una columna de blindados, detiene su avance e incluso llega a subirse a uno para intentar hablar con los soldados que van dentro.
Han pasado treinta años de aquella revuelta estudiantil en China. Hartos de corrupción, de nepotismo y de una economía desastrosa, los estudiantes hicieron de la plaza de Tiananmen el centro de su protesta, erigiendo una estatua de la diosa libertad."No hay duda de lo que pretenden, quieren derrocar al Partido Comunista y al socialismo", decía el entonces presidente chino, Deng Xiaoping.
La excusa perfecta para sacar los tanques a la calle después de siete semanas de protestas.
El Gobierno chino sigue sin reconocer la masacre que vino después, durante la represión de las manifestaciones que comenzó la madrugada del 4 de junio.
Ejecuciones, arrestos, exiliados… Xiaoping ganó con sangre y terror la estabilidad social que, según Pekín, fue necesaria para conseguir el actual desarrollo y bienestar económico del gigante asiático.
Tres décadas después, la matanza de Tiannamen es un tema tabú en China. Como si las imágenes que dieron la vuelta al mundo nunca hubieran ocurrido.