Nos sumergimos en el horario de invierno y hay que adaptar nuestros relojes y nuestros cuerpos, porque el cambio nos afecta. Según los expertos, en tres semanas nos acostumbraremos al nuevo horario de invierno que, de entrada, nos podría provocar, algún problema de sueño, de alimentación e, incluso, cierta tristeza.
Pero si hay un colectivo más propenso a padecer las consecuencias del cambio horario son los más pequeños, que estarán más irritables.
Para reducir el impacto del cambio de hora en nuestra salud es fundamental pensar que si el verano no saca fuera de casa, el otoño es el momento para regresar a ella y disfrutar de esos pequeños momentos que nos brinda.
Aseguran los expertos que ello nos permitirá equilibrar nuestros biorritmos y superar los pequeños desajustes que nos provoca la menor cantidad de luz solar en nuestras vidas