Antonio Machado fue el más joven de la generación del 98. Vivió en Madrid, pasó un tiempo en Francia y acabó de profe en Soria. Allí conoció a Leonor, su musa y su esposa. Se casaron cuando ella tenía 15 añitos y él 36. Leonor pilló
la tuberculosis y se murió de repente.
Cuando acabó la guerra civil, se marchó al exilio francés. Murió en Colliure, donde sigue enterrado. Al morir, le encontraron en los bolsillos tres notas: las correcciones de un poema a Guiomar: “Se canta lo que se pierde”, una notita con el To be or not to be de Shakespeare y su último verso: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Escalofriantemente hermoso, ¿verdad?
No hay mejor manera de homenajearlo que leerle y recordarle. Hacedlo. Saldréis ganando.