Esta gigantesca y peculiar casa perteneció a Sarah Winchester, viuda de William Winchester, segundo presidente de la conocida compañía de armas. Su marido y su hija murieron, y la mujer quedó aterrorizada porque creía que los espíritus de los muertos causados por estas armas se le aparecerían. Haciendo caso a varios médiums, estuvo hasta su muerte construyendo y modificando constantemente su casa con la idea de despistar a esas supuestas almas y que no la molestasen. Así completó una enorme vivienda con 160 habitaciones y muchos espacios laberínticos como puertas que sólo esconden paredes, escaleras que no conducen a ninguna parte o armarios en cuyo fondo hay habitaciones.