La grandes infraestructuras de comunicación no son cosa de este siglo y la presa de El Gasco es una prueba de ello. Se trata de "la mayor obra de ingeniería civil del siglo XVIII", según el historiador Javier M. Calvo Martínez. Alzada en una garganta de granito sobre el río Guadarrama, en la confluencia entre Galapagar, Las Rozas y Torrelodones, es el testimonio perfecto de la ambición y derroche de la época.
Esta ruina de 55 metros de altura abandonada a medio construir hace más de 200 años, pretendía comunicar fluvialmente Madrid y el océano Atlántico desde el río Guadarrama por el Guadalquivir. Inspirado en el Canal de Castilla, se pretendía realizar un canal navegable de 667 kilómetros que salvara un desnivel de 700 metros. Además, uniría a los cuatro ríos más importantes de la zona: Guadarrama, Manzanares, Tajo y Guadalquivir.
Las obras, que comenzaron a finales de 1787, estuvieron marcadas desde el inicio por las adversidades y contratiempos. En primer lugar, una precariedad económica del Banco de San Carlos, creado por el monarca de entonces Carlos III, condicionó los plazos de ejecución. Además, una epidemia de paludismo acabó con la vida de numerosos trabajadores, muchos de ellos eran presidiarios que cumplían así su condena. Por lo tanto, comenzaron a surgir las primeras dudas sobre la viabilidad del proyecto.
La construcción de esta megaestructura se dio por concluida doce años después por el derrumbe de la parte central del parámetro de aguas de la presa tras una fuerte tormenta. Fue la excusa perfecta usada para la paralización de las obras, aunque en realidad llevaban ralentizadas los últimos diez años. A la muerte del rey Carlos III se sumó la de la cabeza pensante del proyecto, el ingeniero francés Carlos Lemaur, aunque sus hijos cogieron el testigo.
Los constructores alegaron una falta de material aislante para la lluvia y la comisión encargada de valorar los daños concluyó que era irrecuperable. Según varios estudios, la presa de El Gasco estaba mal proyectada, contaba con numerosos defectos en la ejecución del material y era evidente la falta de protección de la obra en construcción.
Hasta hace más bien poco, la infraestructura ha permanecido casi oculta. Con la urbanización del norte de Madrid, el entorno se vio amenazado. Sin embargo, la presa de El Gasco puede recorrerse de arriba a abajo, ya que desde hace poco fue declarada Bien de Interés Cultural en categoría de Paisaje Natural.