Silvestre Lorente, murciano y profesor de español en Texas, trabaja en una escuela muy cercana a la escuela en la que ocurrió el tiroteo que acabó con la vida de 19 niños y dos adultos. “El director activó la señal de alarma y me fui con todos los niños”, cuenta, “te tienes que ir a la esquina de clase y apagar todas las luces para que el atacante no sepa dónde hay personas”.
“Seguimos todo el procedimiento”, unas pautas de protección frente a ataques que “los niños aprenden desde que son muy pequeños” en numerosas escuelas de Estados Unidos, “y nos dijeron que se estaba produciendo un tiroteo”, narra Silvestre. Todo esto mientras estaban en silencio y escondidos: “Tristemente son cosas que ocurren aquí en este país”.
El profesor relata que “supo que el peligro era real” al ver el “muy grande despliegue policial, helicópteros y policía muy armada”. “En el pasillo de mi clase había un hombre con una metralleta y supe que algo grave estaría pasando”.
Sobre los niños de su aula, “no son conscientes de lo que está ocurriendo”, dice, “yo mismo estoy en estado de shock y el pueblo está conmovido y herido”. Explica que ya no hay colegio por las vacaciones de verano, se han suspendido las actividades de verano y ese colegio está cerrado: “Pensamos que todavía están ahí los cuerpos”.
Como español, cree que “el problema del país es que no es difícil conseguir un arma automática y un niño de 18 años puede hacerlo, como el joven que lo ha hecho aquí, que se compró 365 balas”. “Este problema no hay quien lo pare”, lamenta. “Este país tiene una enfermedad con las armas”.