El pasado 20 de enero de 2021, una explosión en la calle Toledo redujo a escombros los locales parroquiales de la Virgen de la Paloma. Una fuga de gas natural provocó el estallido de un edificio situado en el número 98. Murieron cuatro personas y doce resultaron heridas.
El párroco Gabriel Benedictino vivía en ese edificio desde hace siete años. Los días previos a la explosión, Gabriel estuvo confinado por coronavirus. El mismo día de la explosión fue justo cuando acudió al médico a realizarse una PCR, la cual confirmó que había superado la enfermedad.
A su regreso, un carpintero le convenció para ir a ver la disposición de unos armarios para el coro de la iglesia. Desde ese momento en adelante cambió la vida de muchos de ellos por lo que sucedió y lo que podía haber sucedido.
Dos años después, la Iglesia de La Paloma no ha podido reconstruirse, a pesar de todas las ayudas que ha podido aportar la gente dentro de sus posibilidades. Todavía necesitan recaudar dos millones de euros para poder arrancar con las obras.
Ana se ha bautizado, tomado la comunión, casado y hecho peregrinaciones en esta parroquia. A raíz de la explosión y pensando en aquellos que había perdido, lleva tatuada a la Virgen en su piel con un diseño hecho por una amiga suya.
Una de las personas que falleció en este trágico suceso fue David Santos, amigo suyo de toda la vida y padrino de uno de sus hijos. Ahora, el tatuaje de Ana se ha convertido en una cadena de ayuda, en una especie de "marca para la parroquia".
Este mismo diseño lo han implementado en camisetas y cervezas artesanales, convertidas en las más populares del barrio, hechas por Javi y José. Todo lo recaudado con la venta de estos productos va destinado a la reconstrucción de La Paloma.